Festejos por el bicentenario de la independencia en Argentina

En el festejo por el aniversario bicentenario de la Independencia Nacional, los pequeños del jardín de Obras tuvieron su acto. Por otro lado, el secundario también conmemoró dicha fecha con palabras alusivas del profesor Pablo Segura.

El acto del jardín comenzó con unas palabras de su directora Nancy Romero: “El 9 de julio de 1816 imprimió una huella en el corazón de todos los argentinos, marcando el camino que hoy estamos transitando. Nuestro trabajo es luchar por forjar un país más justo, sincero, solidario y más fuerte en sus ideales, pero conservando sus tradiciones y costumbres. Sabemos que no es fácil pero tampoco imposible. Solo hay que luchar para tener el mismo valr y el mismo ímpetu que tuvieron aquellos hombres que forjaron nuestra historia”.

Luego de cantar las estrofas del Himno Nacional y el Himno a Sarmiento, la historia de la Patria fue contada y dramatizada por los nenes y nenas del jardín. “Si desde chiquitos aprendemos a querer y cuidar el lugar en el que vivimos, nuestro mundo será diferente , sin guerras, sin odios, sin malos recuerdos, y así, la tolerancia, respeto, unión, solidaridad y comprensión, nuestro mundo será maravilloso, porque en nuestro mundo reinará la Paz”, cerró Nancy.

Por último, la profesora Antonella Botiticella realizó un baile neoclásico, Libertango de Astor Piazzola.

“Los niños son el recurso más importante del mundo y la mejor esperanza para el futuro”, cerró la directora.

A su vez, el Instituto Obras también tuvo su acto y Pablo Segura, profesor del secundario, manifestó unas palabras emocionantes con respecto a la Independencia de nuestro país.

“Esta fecha tiene para los argentinos una muy profunda significación. Porque bien se sabe que nuestro San Miguel de Tucumán fue sede del Congreso de las Provincias Unidas y que el 9 de julio de 1816 otorgó definitiva solidez jurídica a aquel movimiento libertario iniciado el 25 de mayo de 1810. 

En un acto de valentía las Provincias Unidas proclamaron algo que todos compartían. Lo venían sellando, desde seis años atrás, con la sangre vertida en la guerra contra los ejércitos realistas.

Como lo testimonia el acta de ese día, invocando a Dios y por la autoridad de los representantes de cada jurisdicción, el Congreso declaró “solemnemente a las faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias, romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de nación libre e independiente”.

No es necesario decir que ese pronunciamiento constituye el más alto suceso en la historia de la República Argentina. Y que el cumplimiento de los dos siglos que van corriendo desde entonces, marca un aniversario de la máxima significación.

Lo que estamos celebrando es el arranque de la independencia; es decir de la personería autónoma de nuestro país en el concierto de las naciones del mundo. Esa autonomía tenía como presupuesto una comunidad unida. Y unida no solo por el hecho de habitar un territorio determinado, sino solidificada por el acuerdo de su gente en torno a un proyecto común.

Es lo que necesitamos ahora, dos centurias más tarde. Hablamos de un proyecto capaz de mantenerse y de crecer por encima y más allá de las divergencias políticas de la ciudadanía. Un proyecto de unos pocos pero fundamentales objetivos que nadie pueda discutir, ya que la meta final será la creación de una sociedad mejor y más justa.

Todo esto no puede surgir de otra fuente que del diálogo, donde es posible escuchar todas las ideas y extraerles, consensuadamente, lo que tengan de positivo y de posible. Si lo logramos en 2016, habrá de tornarse doblemente memorable el Bicentenario de la Independencia.

Recordemos para finalizar algunas estrofas de un poema de Jorge Luis Borges:

“La patria, amigos, es un acto perpetuo
Nadie es la patria, pero todos debemos 
Ser dignos del antiguo juramento 
Que prestaron aquellos caballeros 
De ser, lo ignoraban, argentinos.

Somos el porvenir de esos varones, 
La justificación de aquellos muertos. 
Nuestro deber es la gloriosa carga 
Que a nuestra sombra legan esas sombras 
Que debemos salvar. 
Nadie es la patria, pero todos lo somos. 
Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, 
Ese límpido fuego misterioso”.

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